Medio: Elle Decor

Título: Érase una vez un soñador y una naranja

Autora: Marisa Santamaría

Fotografía: Diego Opazo

Fecha: Diciembre 2020

Vicente Todolí, uno de los grandes expertos de arte en el mundo, tiene en Palmera, Valencia, un singular proyecto agrícola que alimenta la tierra y el alma. Su paisano, el arquitecto Carlos Salazar, firma el pabellón donde se investiga y experimenta.

Su nombre está en la lista de los mejores conocedores de arte en el mundo, dirigió el Museo Serralves de Arte Contemporáneo de Oporto y fue director de la Tate Modern de Londres hasta el año 2010. En este momento, Vicente Todolí es el máximo responsable del desarrollo artístico de Hangar Biccoca en Milán, es asesor de arte de Bombas Gens en Valencia, de la colección Inelcom de arte contemporáneo y de la Fundación Botín: “Después de vivir en Nueva York, en Oporto, en Londres, sentía que me faltaba algo, una pieza de un puzzle que no se completaba y que localicé en poner en valor el trabajo con las manos, en participar de la vitalidad de la tierra y de sus ciclos”. El ritmo de vida que llevaba entonces contrastaba con la paciencia y serenidad necesarias para ver brotar los frutos deseados del campo: “Mi aventura con la agricultura había comenzado hace más de diez años con el cultivo de olivos y la producción de aceite, pero al pasar el tiempo fui descubriendo que mi verdadera vocación agrícola tenía más que ver con los cítricos, que han sido mi tradición familiar durante cinco generaciones. Me di cuenta de que una serie de variedades locales estaban desapareciendo y decidí poner en marcha la Fundació Todolí Citrus, en Palmera, Valencia, con la intención de dar otra dimensión a la cultura de la agricultura en España”, explica Vicente Todolí.

En este proceso, resultó fundamental su amistad con Ferrán Adriá, asesor gastronómico de la fundación; el conocimiento del arte y la gastronomía se cruzaron con la creatividad y la energía de ambos. En un viaje común, el cocinero descubrió a Todolí una colección privada de cítricos y la existencia de más de cuatrocientas variedades. “Éste fue el punto de inflexión, una revelación que me llevó a tomar nuevos caminos en su investigación y me motivó a comprar las tierras cercanas a las que ya tenía para cultivarlos, también he llegado a acuerdos con las autoridades locales para evitar que se construya cerca”.

La sede de la fundación está situada en una de las propiedades familiares, donde se ha realizado la renovación de un almacén existente para convertirlo en el centro de operaciones: el laboratorio Bartolí Lab.

UN PABELLÓN INTENCIONADO
El arquitecto valenciano Carlos Salazar ha sido el en- cargado de levantar la construcción: “Vicente Todolí y yo tenemos orígenes comunes, entendíamos muy bien el paisaje, la luz y la evolución del tiempo. Es un pabellón leve, muy aéreo, donde la luz cobra una importancia fundamental. El interior está conectado permanentemente con el exterior, de hecho, la mayoría de los elementos son móviles, se trasladan de un espacio a otro, esto era muy importante para subrayar la condición de lugar de experimentación gastronómico. La gastronomía se entiende hoy como una experiencia cu- linaria completa, tiene que ver con los sentidos y viene reforzada por el lugar en el que sucede”, narra Salazar.

El edificio se funde con el paisaje, se camufla y se pierde entre la vegetación. Este efecto se ha conseguido, en gran parte, gracias al color de la fachada, un tono único que es el mismo de la tierra circundante.

“En principio iba a ser blanco, pero Vicente probó con una mezcla del color de la tierra, fue un acierto. Todo el proceso se ha desarrollado con el impulso de varios diálogos sucesivos entre Vicente Todolí, las ideas y propuestas de Ferrán Adriá y la visión arquitectónica y de diseño que he podido aportar. Era importante remarcar la innovación, es un espacio singular y sofisticado donde es trascendental la integración en el paisaje y la incidencia de la luz, la luz única de Valencia”, concluye Carlos Salazar.

UNA MISIÓN Y VARIOS COMPROMISOS
Arquitectura, agricultura y cultura se funden en este proyecto de compromiso hacia el futuro trazado por Vicente Todolí, con el diseño gráfico realizado por Fernando Gutiérrez, la arquitectura y diseño de Carlos Salazar, la asesoría creativa de Ferrán Adriá y, además, la interacción de grandes profesionales que pasarán cíclicamente por el laboratorio. Los objetivos de la fundación se centran, sobre todo, en una defensa del entorno natural y la ecología, el conocimiento de la historia, la salud o la gastronomía. Todo enmarcado en la esencia de cuatrocientos cítricos que conforman un verdadero jardín botánico. “Ésta es una historia familiar que se ha convertido en un desafío personal. Mi misión es la reivindicación del contexto agrícola para salvaguardar el legado de la naturaleza, del ecosistema. Si salvas a la tierra, la tierra te salva a ti”, concluye Vicente Todolí.

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